Un paseo de la Marineta Casiana vacío. Así era la imagen hace justo un año en Semana Santa puesto que estábamos confinados por un virus que nadie conocía, el COVID-19. Este año, aunque lejos de las masificaciones del 2019, las ganas de salir de la población se han dejado notar. Lo notábamos el viernes con la «operación salida» con una AP-7 mostrando auténticas caravanas en dirección a las playas, Dénia entre ellas, como se constató en paseos emblemáticos como la Marineta Cassiana o las terrazas de los establecimientos de hostelería. Entrando ya el fin de semana se llegó a registrar una clara saturación y la distancia de 1,5 metros entre viandantes que brillaba por su ausencia.

La diferencia entre la última Semana Santa prepandémica y la de este año es mucho más significativa en la playa. Mientras que hace dos años, apenas se veían huecos libres en la arena, este año se podía ver mucha más arena que bañistas.

Alegría, pero contenida. Mientras que las escapadas a la costa distan mucho de años anteriores debido al cierre perimetral de la Comunitat Valenciana, el turismo rural y de interior está tirando de la campaña gracias a la movilización de los propios valencianos.

Por otro lado, el movimiento que se registra en municipios costeros como Xàbia, Dénia y Calp se debe principalmente a las segundas residencias.

La misma imagen que veíamos el viernes en la AP-7 se volvía a repetir este lunes de Pascua, festivo en el territorio valenciano, pero esta vez en dirección contraria, hacia Valencia, con la operación retorno.

Está claro que estos días han sido un empuje para la economía, tanto para el sector hostelero, como el hotelero, pero nosotros nos preguntamos si lo hemos estado haciendo bien para que no nos volvamos inmersos de nuevo en más restricciones.