He tenido la oportunidad de visitar dos de las ciudades que como Dénia han sido designadas «Ciudades Creativas de la Gastronomía». Ostersund en Suecia y Bergen en Noruega. Imposible no caer en la tentación de las odiosas comparaciones. Para empezar me gustaría reconocer públicamente el trabajo de quienes han realizado los trámites necesarios para obtener tan especial título. Pero somos demasiado dados a mirarnos el ombligo. Y también a cansarnos pronto de las cosas y buscar novedades que les merezcan a algunos reconocimientos que al final resultan efímeros. Se ha conseguido aquello pero nos queda todo un mundo por hacer. Y no precisamente en terreno únicamente gastronómico. Porque ahí tengo que decir que ganamos por goleada a las citadas ciudades. Pero, ¡ay, el pero!. Servicio, calidad, presentaciones, trato. Ahí, para empezar ya tenemos mucho camino por recorrer. Y desde el punto de vista de un título de tal calibre, diré que el merecimiento choca cuando miras a tu alrededor. Porque cuando buscas un restaurante, andas por unas calles, miras y observas las infraestructuras de tu alrededor, el decorado, la limpieza y otro largo etcétera que influye y de qué manera en la elección de la ciudad que visitar. Porque si como muy bien, si promociono la cocina y amplío el frente de los productos, pero miro al suelo para no pisar cacas, huelo a orines, veo basura fuera de los contenedores, casi me la doy por una baldosa suelta, rompo el bastidor de mi coche en una calle llena de socavones, veo la colocación de tuberías del gas o de la fibra y cómo queda después la calzada, yo, sinceramente, no vuelvo. Y acabo. Este reconocimiento o se trabaja de acuerdo a la imagen que hemos de dar en todos los frentes o seguiremos, sí, teniendo turismo por castigo, pero ya veremos de qué tipología y perfil. Dicho sea con toda intención constructiva y en reconocimiento del trabajo, insisto, extraordinario, pero ¡ay con los peros!.